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En tiempos de pandemia, la cita de Jean-Jacques Rousseau, «El hombre ha nacido libre y, sin embargo, vive en todas partes entre cadenas», cobra aún más valor. Mediante su amenazante letalidad, el COVID-19 ha estresado cada aspecto de nuestra estructura social, revelando de forma manifiesta las consecuencias del uso de mi libertad y evidenciando las precariedades de la sociedad construida a través de nuestra historia. Ciertamente, prefiero pensar que no era necesario encontrarnos en este escenario para ser ciudadanos responsables. No obstante, la naturaleza e imprudencia humana colocaron esta prueba en el camino, y no queda mucho más que replantearnos nuestra forma de convivir, más allá de las consideraciones estrictamente sanitarias. 

No sé ustedes, pero mi reflexión personal sobre lo sucedido se resume a buscar ser como el tábano que aguijonea el lomo del caballo perezoso que describe Platón en la Apología de Sócrates. Vale decir, una persona que despierta a sus conciudadanos de la pereza que supone vivir procrastinando. Finalmente, una lección esencial que debemos extraer de esta experiencia es que el mejor resultado posible para la sociedad no se obtendrá si cada uno vive bajo los principios utilitaristas. Por ello, espero que en el futuro estemos más dispuestos a cooperar y, si es necesario, sacrificar parte de nuestro bienestar individual en favor del bienestar colectivo.