Escucha el relato a través de nuestro reproductor.

“Clases virtuales”, interesante desafío, pero ¿cómo lo haría?, ¿qué necesitaría para hacer una clase virtual? Nunca lo había hecho, en mi mente nacían interrogantes duras de analizar. ¿Tendré lo necesario para enseñar de esta nueva forma? ¿Seré capaz de llegar a mis alumnos como en una clase presencial? ¿Ellos podrán adaptarse a las clases virtuales? Eran preguntas lógicas, pero ninguna tenía respuesta. Preferí no conjeturar, las certezas llegarían al iniciar las clases virtuales.

Problemas logísticos en casa, mis dos hijos estudiando en la universidad, mi señora y yo trabajando en la universidad. ¿Cómo adaptaríamos los espacios del hogar y nuestros tiempos? 

Finalmente decidimos sacrificar el living colocando los escritorios de nuestros hijos, pero, les quedaron chicos, fue necesario modificarlos y agregarles cubiertas más amplias, aquí inició el aumento de gastos, hubo que comprar las cubiertas e instalarlas. La solución de ese problema generó otro, ¿dónde nos instalaríamos mi señora y yo? ¡Hay que sacrificar el comedor!, fue la sugerencia, se decidió y se hizo. 

Ahora que ya estaban asignados los espacios había que compartir el computador, solución poco práctica así que a traerse los computadores de la oficina y montarlos en la mesa del comedor, lamentablemente las sillas ergonómicas no caben en el espacio disponible, no quedó otra opción que ocupar las sillas del comedor.

Ya estamos listos y trabajando desde casa por primera vez todos juntos, con dolor de espalda, pero contentos por el logro y… ¡se cayó internet! Eso pasaba constantemente así que tuvimos que contratar un servicio paralelo para dividir las conexiones ya que las clases virtuales de nuestros hijos se consumían todo el ancho de banda, segundo gasto no planificado y más encima permanente, al igual que la energía eléctrica, agua, gas y calefacción. Finalmente, todos conectados y trabajando desde casa, con un buen ancho de banda que nos permitió relajarnos un poco dentro del estrés por el encierro y hacinamiento laboral. 

Ahora era necesario actualizar las clases, convertirlas en virtuales, modificar el material para que fuese más fácil de entregar a los alumnos, es decir, hacer algo más interactivo, trasladar los conocimientos mediante nuevos formatos que captaran la atención y que al mismo tiempo asegurara una buena transferencia de conocimientos para el buen aprendizaje. Ya todo operando más o menos bien, haciendo las primeras conexiones vía internet con los alumnos, censando sus posibilidades y dificultades de comunicación, transando horario para aquellos con colisión horaria, focalizando las clases y comprimiendo las materias para mantener el interés en la asignatura y evitar posibles deserciones. 

Fue la adaptación a nuestra “nueva realidad”. Ahora, terminando el semestre, puedo decir que lo logramos, pero no fue fácil, hubo costos psicológicos, familiares y económicos que tuvimos que asumir. 

Ojalá estos desafíos nos hagan mejores personas y profesionales, con afecto, Chris.