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Me gustaría comenzar señalando que nunca pensé que viviría un acontecimiento como el que me lleva a escribir este relato. Cuando digo esto, me voy adentrando en una experiencia que me llenó de incertidumbre, no solo en lo personal y familiar, sino que, además, en el plano profesional y docente. Una de las primeras preguntas fue ¿cómo seguimos adelante con esto? ¿cuán grave es?, ¿podré enfrentarme a lo que sucede?,¿qué pasará con las clases y el trabajo en la clínica?, ¿cómo se realizarán las atenciones terapéuticas con niñ@s y adolescentes y sus familias?.

Ahora, al escribir, me doy cuenta que esta incertidumbre me llevó a invertir mucho más tiempo en la construcción de las clases y atenciones terapéuticas, para que éstas fueran claras, dinámica y a la vez, se logren los aprendizajes en los alumnos/as y cambios en las personas. Todo esto, si bien conllevo mucho desgaste al inicio, al trasnochar, pasar menos tiempo con mis seres queridos, tener menos horas de descanso y por tanto menor energía. Luego, puedo decir, el camino se hizo más conocido, tal vez me adapté sin darme cuenta, gracias a esa incertidumbre y los temores respecto si lograría mantener la calidad de mi trabajo, los pesos se iniciaron cada vez más ligeros, pude conocer nuevos aspectos de mi rol profesional, cualidades que nunca habría conocido de mí…como mejorar la flexibilidad en todos los aspectos de mi vida, en la forma de conectar conmigo mismo, con mis emociones y exigencias, y plantear así alternativas realista o actualizadas que lo que soy capaz de hacer, de lo que está en mi control y lo que no depende de mí en el contexto de pandemia. Esto me permite hoy sentirme seguro y a la vez alerta, dado que todo seguirá cambiando y eso es lo que debo aceptar y a la vez, aprovechar.