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El termino pandemia fue siempre algo que me parecía lejano. En marzo, no pasó mucho tiempo del retorno a nuestras labores cuando ya el COVID-19 estaba en nuestro país y teníamos aviso de suspensión de actividades presenciales en la Universidad. Fue todo muy rápido. 

Al comienzo, fue una tensión muy grande de recibir mucha información de todas partes. La inseguridad natural frente a algo nuevo, ¿cómo enseñar a los estudiantes en forma virtual sin ninguna posibilidad de contacto personal?, pasaron a ser parte de mis problemáticas después de 34 años de docencia presencial. Nunca he sido muy tecnológica, pero agradecí haber tomado cursos en la UTIC, sobre uso de Campus Virtual y aula invertida. Hice mi magister online, por lo tanto, pensé que debía seguir esa línea. Ahora me tocaba a mi estar del otro lado.

 Los términos sincrónicos y asincrónicos comenzaron a sonar en mis oídos. Lo primero fue reorganizar mis cursos en bloques de ocho semanas, luego revisar los materiales ya usados en esos cursos y adaptarlos a un menor tiempo tratando de alcanzar los objetivos. Primera clase con 39 estudiantes, unos entrando después que otros y saludando, mucho estrés. ¿Cómo lograr que todos entraran a la vez?, nunca lo logre. No todos tenían buena conectividad. 

Con el paso de las semanas, nos fuimos acostumbrando a nuestra nueva forma de trabajo y logramos tener muy buena comunicación, sin vernos las caras. La retroalimentación a sus trabajos me tomaba mucho tiempo, pero se pudo. Note que la asistencia ya no era igual que al comienzo. Creí que la mejor forma de lograr que ellos estudiaran en sus horas asincrónicas era creando cuestionarios basados en los contenidos de las clases sincrónicas. 

Quinta semana, aviso de paro estudiantil. Lo que agregó más estrés ya que debía reorganizar todo siguiendo las directrices y acuerdos tomados con VIPRE. Puedo decir que hubo algunas cosas que me frustraron mucho en mi experiencia de clases virtuales como fue ver que la mayor parte de los estudiantes, no se motivó a realizar los cuestionarios disponibles en Campus Virtual, eso me hizo pensar que a nuestros estudiantes les falta autonomía, autodisciplina. El hecho de poder reunirnos con nuestras colegas, con el Director de Departamento y tener apoyo con talleres de auto cuidado ofrecido por la Unidad de Desarrollo Docente, fue muy útil. 

Seis meses han pasado, hoy me encuentro dictando nuevas asignaturas en un segundo bloque y preparando un segundo semestre. Parece que la Pandemia no se va. Debemos acostumbrarnos a seguir trabajando online y a preparar las clases a través de situaciones y simulaciones haciéndolas más significativas para los estudiantes. 

Creo que aprendí que el ser humano siempre puede reinventarse. No importa la edad, ni los años de experiencia en aula, siempre podemos reinventarnos y no solo en docencia, sino que en todos los aspectos. La vida es cíclica y aquí vamos en el tobogán de la vida nuevamente.