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Recibíamos las noticias desde lejos, en el otro extremo del planeta un virus circulaba y se extendía con rapidez, altamente contagioso y podía generar síntomas desde leves, graves, hasta la muerte. Iniciábamos marzo, un inicio tardío, posterior a un año académico que recién terminaba, producto de paros estudiantiles del año anterior. Estábamos preparando el inicio del semestre para abril, mientras los primeros casos de contagios por el SARS-CoV2 se conocían en Chile. No tardó muchos días en extenderse a todo el país y la OMS declaró PANDEMIA. La Universidad tomó una decisión compleja, cerró sus puertas y envió a todos a trabajar desde casa. Ahora comenzaba un año completamente diferente. Nos encontrábamos a la deriva, o eso pensé, y me equivoqué. Lo primero que hice fue enfrentarme a mí misma, mirarte en una pantalla continuamente, ¡no me había visto en la pantalla y escuchado! en otro contexto que no fuera el social. La docencia virtual ha sido ha sido un desafío continuo este año académico, aún nos queda el segundo semestre. Desde el inicio de las clases hasta el final casi no vi a mis estudiantes, es extraño y fue difícil, y luego lo asumí. Sin embargo, añoro los días en ver sus caritas de duda, no entiendo, estoy aburrido, o es interesante; sus expresiones me dan información de cómo están, o cómo va la clase. Ahora me siento a la deriva, sin saber que pasa al otro lado de la pantalla, si requieren mi ayuda o todo está bien. He aprendido a lidiar con esto, pero no necesariamente me he adaptado por completo. Ahora estoy más atenta a lo que no dicen los estudiantes. Ya no sólo es necesario leer entre líneas sino entre pantallas y lidiar con la ausencia. Adapté la forma de que los estudiantes realizaran tediosos informes, ahora evalúo videos con la información precisa en su contenido y dando respuesta no sólo a los resultados de aprendizaje, sino que a ver en perspectiva lo que realizan en su casa. Primer trabajo experimental, las mascarillas, ¿de qué están hechas? ¿qué propiedades tienen? ¿todas son eficientes?, pero ¿para qué las utilizaremos? Aprendimos del flügge, telas tejidas y TNT, aerosoles y lo aplicamos en nuestro contexto. Disfruté los videos que realizaron mis estudiantes y cómo ellos desarrollaron su investigación, metodología experimental y conclusiones. Obviamente al principio no fue fácil, pero su avance a través de la asignatura fue ostensiblemente evidenciado. Los cambios son difíciles y no necesariamente reducen la calidad de la docencia, sólo se hace diferente. Probablemente, hoy tenemos más herramientas que hace algunos meses atrás, no es que las usemos todas, sólo que hay que encontrar el momento justo para usarlas con eficacia. Yo me adapto, ustedes me ven, pero yo no a ustedes. Me reflejo en la pantalla y me observo con detención, al principio con timidez, y al final con soltura. Sigo siendo la misma desde el comienzo, tomando mis propios elementos y generando más espacio para compartirlo con ustedes